Hoy me he levantado con ausencia de besos, anhelando la ventisca que creaban tus pestañas al parpadear. Será que soy una nostálgica sin remedio, pero el café no sabe igual desde que no lo bebo de tus labios.
Tal vez el corazón se nos quedó corto y por eso recurrimos a caminar por el filo de una navaja buscando un éxtasis que nos salvase, la verdad es que terminamos convirtiendo la penumbra en nuestra casa hasta que nos perdimos en ella. Se nos dio muy bien jugar a crear sombras de ilusión mientras nos convertíamos en el Titanic... Reinas de un reino de sombras, con un final pero sin un feliz.
Quemo las fotos intentando que sea el fuego el que sofoque esta ausencia enquistada en esta habitación detenida por el tiempo. Y aunque no parezca servir para mucho, sigo diciéndote adiós como un náufrago a un pedazo de tierra, intentando que seas la botella con un mensaje oculto que desaparezca en el mar.
Eres la mayor de mi frustraciones, por mucho que quiera hacerte realidad ya no existes, no en mi vida. Ahora eres la sonrisa, las ojeras de hablar hasta la madrugada, y las noches de sexo entre las sábanas de otra, y no puedo culparte. En esta historia serás recordada como el mayor rayo de luz que se ha visto nunca, la causa y efecto por la que ahora tengo que enseñarme a volar de nuevo en soledad, la razón de demasiadas cosas que no me atrevo a admitir.
Una gota de lluvia más. Una sonrisa en cursiva. Un alma que quiere volar.
domingo, 13 de diciembre de 2015
El último café
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)