Se me ha terminado el tiempo de vivir con tus besos en mi piel, besos dados con un cuentagotas que tenía fecha de extinción; el destino se nos interpuso y el camino dejó de tener una senda conjunta.
Pero el reloj sigue, los pájaros siguen trazando líneas en el horizonte cuando cae el sol y el mundo de la noche se presenta con una oscuridad iluminada por los sueños, las luces, y los bohemios.
Y aunque mi incapacidad para degustar esa comida para dos, pero sin ser dos, sigue siendo una atmósfera que me persigue haciéndome sentir como una víctima en el laberinto del Minotauro, de todo se acaba saliendo. Estoy intentando no ser un músico del Titanic, nadar a contracorriente para terminar abriendo de nuevo esta estación, que tanta reparación necesita.
Ahora más que nunca comprendo que perder el norte para encontrar el sur es aceptar la belleza y crueldad de una vida que te da la mano, pero no te deja coger el brazo. Una vida que, como dice Sabina "siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido".
Me he buscado en las letras, en la música, en cada fragmento de aire que pueda hacerme recordar que a veces no hace falta más que un poco de sol para salir de una ceguera asfixiante. Me he buscado... Y me he creado, o recreado. Admito que una parte de mi recreación se fue cuando te viste con la necesidad de seguir tu vida con un adiós sin un beso de despedida.
¿Era esto lo que tenía que pasar, un final tan abrupto que deja desconcertada incluso a la persona con más sangre fría del planeta? Puede, tengo que confiar en el universo.
He terminado siendo una kamikaze del amor dejando un final en el que soy yo la que le lanza las flechas a Cupido. Dejándome sin hambre de sentimientos y con un capítulo más que cerrar, sellar, y guardar.
Ahora me toca a mí, esta vez es el momento de escribir mi historia en solitario y de declarar, al menos por un tiempo sin fecha límite, mi huelga de corazones.