Ves al sol hundirse poco a poco entre las montañas, a veces orgulloso; otras, en cambio, parece pedir auxilio a gritos para no ser engullido por esos palmos de tierra. Ese atardecer es la línea que marca el limbo entre luz y oscuridad; para unos significa la decandencia del pobre mundo, para otros, el desafió con carácter caballeresco que trae la luna, deseando trazar aventuras entre esos carteles de neón que indican que la vida es tuya.
¿Qué pasa cuando observas con toda la paz el skyline de la ciudad?, bueno... Yo descubro el esplendor de unos edificios orgullosos que se muestran lustrosos ante la caída y nacimiento del sol, posando para una foto perfecta de magia y encanto. Pero también hay pesar, es cierto que a ojos de optimistas es más fácil reflejar esa euforia, pero toda alma humana siente la pena, la discordia de calles rebeldes que reclaman tener su sitio entre tanta novedad, o el llanto de las estatuas al ver que sí, son defensores de la ciudadela, pero tienen miedo pensando que cuando no estén ya no quedará nadie que la defienda.
El atardecer dice tantas cosas... Es una muestra clara de poder al igual que de decadencia. Al final no le queda más remedio que dejar paso a la luna, y es que un rey no puede tener todo el poder.
Una gota de lluvia más. Una sonrisa en cursiva. Un alma que quiere volar.
martes, 31 de marzo de 2015
Cantar a un atardecer
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