Ahí la tenía a ella, mientras estudiaba, con su pelo cayendo por su espalda como una cascada de oro. Dios, qué guapa estaba. No podía evitar observar cómo se movían sus labios cuando hablaba para aprenderse la lección... Menuda tentación; yo no hacía más que observar cada detalle de aquella chica mientra ella estaba completamente concentrada... Su oreja, su cuello... Cada parte de su cuerpo me estaba pidiendo a gritos que la besara, que la mordiese con la violencia de un calentón repentino.
Había prometido portarme bien, pero me ponía demasiado y no podía aguantar más, aunque no se lo iba a poner fácil. Yo quería jugar.
Me levanté y fui a la habitación, quería ir más allá de provocar, quería que se derritiese por mi, que mi suplicase que la empotrase contra una pared y me la follase ahí mismo, sin delicadeza, sin compasión. Esta vez sería yo la que llevase el control absoluto. Me lo quité todo, dejando solo la ropa interior, una corbata negra, y la chupa de cuero que sabía que tanto la gustaba,
Cuando me vio, dejó de estudiar y se quedó mirándome con esa expresión de "Joder" que a mí tanto me gustaba.
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Es hora de descansar - Y tras eso me aproximé a ella lentamente mientras sus ojos me observaban de arriba a abajo; estaba nerviosa, y yo lo notaba, lo que me hacía disfrutar con una crueldad morbosa. Me senté sobre ella y la miré a los ojos, fijamente, con esa sonrisa torcida que sabía que ella no podía resistir. Cuando una de sus manos fue a tocarme se lo impedí.
- Mando yo, y no puedes tocarme - Yo sabía que no me haría demasiado caso, por que cuando besé su cuello y lanzó sus manos contra mi cuerpo, paré.
- Cada vez que me toques, paro. - Y eso fue todo, bastó para que mantuviese las manos quietas mientras yo descendía con la lengua por su cuello, mordiendo, besándolo. La quité la camiseta, y el sujetador no tardó en seguir el mismo paso. Pero cuando llegué a sus pezones, sus manos volvieron al ataque, por lo que me quité la corbata y até sus muñecas al respaldo de la silla. No iba a permitir que llevase el control.
Atada, y cada vez más inquieta, sabía que era el momento de comenzar. Volví a su cuello pero esta vez, la paz se tornó en ventisca, mis movimientos estaban exentos de delicadeza. Cada vez que la mordía soltaba un leve gemido
"música para mis oídos" pensé, cuando llegué de nuevo a sus pezones, los mordí, los besé, consciente de que cada roce de mis labios con su piel la alteraban más. excitándola de una manera que la hacía temblar, con la respiración cada vez más agitada.
No iba a apresurarme, quería tomarme el tiempo necesario para disfrutar cada parte de su cuerpo, y cuando mi lengua comenzó a descender por su ombligo, mis dedos se quedaron en sus pechos, jugueteando. Cuando llegué, estaba totalmente mojada, besé sus labios una vez, rápido, empapándome de su éxtasis. Cuando me aparté y la miré a los ojos con esa sonrisa torcida y esa mirada de "
eres mía", se estaba mordiendo el labio "
joder, cómo me pones, cabrona". Sin esperar ni un segundo más comencé a pasar la lengua, muy despacio, por toca aquella humedad, yo notaba cómo sus brazos se tensaban al tirar para intentar liberarse. Cada vez que pasaba de nuevo la lengua, un gemido salía de su boca, llegué a su clítoris duro, pidiendo a gritos que mi lengua lo acariciase, y así lo hice. Una y otra vez,vez más profundos a medida que sus gemidos aumentaban y estaba cada vez más mojada. Pero yo no quería para ahí, no era suficiente, por lo que seguí bajando, saboreando cada mínimo recoveco, cuando llegué, la penetré con la lengua mientras mis dedos se dedicaban a seguir jugueteando con su clítoris; los gemidos pasaron a ser gritos de placer, cada vez más fuertes, pidiendo más, y más, y más. Sabía que no la quedaba mucho, por lo que cuando la faltaba poco para llegar al orgasmo, paré. Me levanté, la desaté y la ayudé a levantarse. Noté el ardor de su piel, ya no oponía resistencia. La llevé hacia el suelo, pero esta vez con las manos libres, quería sentir su tacto mientras la poseía.
Tumbada en el suelo, duro y frío, con la mirada medio desenfocada por el acto anterior, sus manos no hacían más que buscar mi cuerpo, y cuando se agarró a mi culo y lo apretó con deseo, supe que era la hora de terminar aquello. Volví a deslizarme entre su piel, bajando hacia las profundidades del placer, mi lengua volvió a saborear aquella dulzura mientras esta vez, mis dedos, la acariciaban, sin llegar a entrar, solo superficialmente. Cuando su cuerpo empezó a temblar, la metí los dedos, rápido, profundos, y fuerte, sin dejar de lamer su clítoris. Su cuerpo se movía al compás de mis movimientos, mi cabeza, hundida entre aquel mas de éxtasis, notaba los movimientos de su pelvis.
En un momento dado, y sin dejar de penetrarla, volví al resto de su cuerpo, a morder sus pezones, a lamer su cuello, a besarla con toda la furia pasional del momento. Notaba sus uñas clavarse en mi espalda, síntoma de que ya no podía más, por lo que aumenté el ritmo; y al final, cuando no pudo más, estalló en el orgasmo más brutal, gritando mientras se agarraba son fuerza a mi cuerpo... Hasta que cayó, sudando, totalmente agotada, sin poder respirar, con los ojos cerrados por el repentino mareo que la asolaba. Besé su mejilla y me recosté a su lado, cansada. Pero cuando al rato abrió los ojos y me miró, supe que esto no había acabado. Por lo que sonreí y me dejé llevar. Esta vez le tocaba dominar a ella.