lunes, 15 de junio de 2015

Politicamente incorrecto.

¿Alguna vez has sentido miedo hacia el futuro?, ¿te has parado a pensar en la vida que no hace más que correr delante de ti, y que tú, impotente, te ves incapaz de hacer nada?
Ser el león o la gacela.
A veces sigues teniendo miedo, aunque seas feliz, aunque lo tengas todo. Nadie sabe lo que va a pasar, mañana puedes despertarte y el mundo se puede acabar. Por eso creo que lo mejor es vivir tal y como eres, tal y como quieres. Diferente.
Dejarse llevar por las palabras sin sentido del resto de las personas es como envenarte con muerte segura. Vamos a pensalor así... Es un circo de gladiadores, tú estás solo en las arenas rodeado de otros que intentarán matarte en nombre de la sociedad.
Basta ya.
Me he cansado de vivir en los supuestos principios en los que debería vivir por ser mujer. "Maquíllate", "ponte vestido", "sé politicamente correcta", "y sé una chica mona".
Pues este es mi mensaje para la sociedad. Me das asco.
No me maquillo.
No me siento cómoda usando vestidos.
Me la suda lo políticamente correcto.
Y no soy una chica mona. Ni si quiera feminina.
Soy así, y me ha costado muchos años hacerlo, pero me quiero tal y como soy, sin retoques, sin "lo que se supone que debo ser". Mi vida la decido yo.

Este es mi mensaje para todos los que rompéis con lo que se supone que deberías ser, que no actuáis como se espera de vosotros. Que nadie se atreva a decirte nunca que ser diferente es malo. Eres así. Quiérete así. Y lucha, pero lucha por ti.
Ser diferente es un privilegio, te hace ver el mundo de una manera diferente; y precisamente esa diferencia será la que muchos critiquen o envidien... Y también la que te llevará a lo más alto. Recuerda esto cuando ya no puedas más, cuando estés cansado de burlas, reproches, normas absurdas... Recuerda que nadie tiene que decirte cómo vivir, cómo vestir, o a quién amar.

Eres perfecto tal y como eres.

TÚ.
PUEDES.
CON TODO.

jueves, 11 de junio de 2015

Aviones de papel.

¿Alguna vez te has parado a pensar en lo que somos las personas?... Para mi, somos aviones de papel.
Considero a cada persona un folio liso en el que puede haber una infidad de posibilidades... Pero ese folio se dobla, la sociedad hará de ti lo que quiera, doblándote hasta conseguir que seas un avion de papel más de la flota, ¿qué triste, verdad?. Tantos años de sueños... Tantos años de lucha, y ¿para qué?, al final no haces más que ser otra pieza del engranaje oxidado en el que se ha convertido esta sociedad.
¿Por qué molestarse en hacer a todos esos aviones iguales? Orden, estamos definidos para eso, para buscar desesperadamente el orden... Estudiar, buscar un trabajo, sacarse una carrera, y cómprate una casa, sácate el carné de conducir, cásate (pero no con quien tu quieras, si no con quien te han predeterminado a querer), ten una familia... Esa es nuestra vida, un orden establecido por una sociedad ansiosa de precaución al caos.
Caos... Qué palabra tan hermosa.
Caos.
Ca-os
¡CAOS!
Dilo todasas veces que haga falta; grítalo, susúrralo, interiorízalo porque cuando alcances a comprender el poder y el significado de esa palabra te darás cuenta de que no es la completa destrucción. El caos es ser diferente a lo que te marcan, es ser único, personal. Es vivir.
Si nos considero aviones de papel no es por lo facilmente moldeable que somos; si no porque aunque hagas exáctamente igual a cada uno de los aviones, a la hora de lanzarlos cada uno volará en una dirección que no hay manera de predeterminar. Y eso es lo que somo las personas, seres moldeados por una fuerza mayor... Pero de vez en cuando sale alguien diferente, alguien que no quiere volar al son de sus compañeros... Inconstante, personal, loco, ingenioso, diferente... Caótico.
Igual que un avión de papel.

domingo, 7 de junio de 2015

Un juego de dos.

Ahí la tenía a ella, mientras estudiaba, con su pelo cayendo por su espalda como una cascada de oro. Dios, qué guapa estaba. No podía evitar observar cómo se movían sus labios cuando hablaba para aprenderse la lección... Menuda tentación; yo no hacía más que observar cada detalle de aquella chica mientra ella estaba completamente concentrada... Su oreja, su cuello... Cada parte de su cuerpo me estaba pidiendo a gritos que la besara, que la mordiese con la violencia de un calentón repentino.
Había prometido portarme bien, pero me ponía demasiado y no podía aguantar más, aunque no se lo iba a poner fácil. Yo quería jugar.
Me levanté y fui a la habitación, quería ir más allá de provocar, quería que se derritiese por mi, que mi suplicase que la empotrase contra una pared y me la follase ahí mismo, sin delicadeza, sin compasión. Esta vez sería yo la que llevase el control absoluto. Me lo quité todo, dejando solo la ropa interior, una corbata negra, y la chupa de cuero que sabía que tanto la gustaba,
Cuando me vio, dejó de estudiar y se quedó mirándome con esa expresión de "Joder" que a mí tanto me gustaba.

- Es hora de descansar - Y tras eso me aproximé a ella lentamente mientras sus ojos me observaban de arriba a abajo; estaba nerviosa, y yo lo notaba, lo que me hacía disfrutar con una crueldad morbosa. Me senté sobre ella y la miré a los ojos, fijamente, con esa sonrisa torcida que sabía que ella no podía resistir. Cuando una de sus manos fue a tocarme se lo impedí.

- Mando yo, y no puedes tocarme - Yo sabía que no me haría demasiado caso, por que cuando besé su cuello y lanzó sus manos contra mi cuerpo, paré.

- Cada vez que me toques, paro. - Y eso fue todo, bastó para que mantuviese las manos quietas mientras yo descendía con la lengua por su cuello, mordiendo, besándolo. La quité la camiseta, y el sujetador no tardó en seguir el mismo paso. Pero cuando llegué a sus pezones, sus manos volvieron al ataque, por lo que me quité la corbata y até sus muñecas al respaldo de la silla. No iba a permitir que llevase el control.
Atada,  y cada vez más inquieta, sabía que era el momento de comenzar. Volví a su cuello pero esta vez, la paz se tornó en ventisca, mis movimientos estaban exentos de delicadeza. Cada vez que la mordía soltaba un leve gemido "música para mis oídos" pensé, cuando llegué de nuevo a sus pezones, los mordí, los besé, consciente de que cada roce de mis labios con su piel la alteraban más. excitándola de una manera que la hacía temblar, con la respiración cada vez más agitada.
No iba a apresurarme, quería tomarme el tiempo necesario para disfrutar cada parte de su cuerpo, y cuando mi lengua comenzó a descender por su ombligo, mis dedos se quedaron en sus pechos, jugueteando. Cuando llegué, estaba totalmente mojada, besé sus labios una vez, rápido, empapándome de su éxtasis. Cuando me aparté y la miré a los ojos con esa sonrisa torcida y esa mirada de "eres mía", se estaba mordiendo el labio "joder, cómo me pones, cabrona". Sin esperar ni un segundo más comencé a pasar la lengua, muy despacio, por toca aquella humedad, yo notaba cómo sus brazos se tensaban al tirar para intentar liberarse. Cada vez que pasaba de nuevo la lengua, un gemido salía de su boca, llegué a su clítoris duro, pidiendo a gritos que mi lengua lo acariciase, y así lo hice. Una y otra vez,vez más profundos a medida que sus gemidos aumentaban y estaba cada vez más mojada. Pero yo no quería para ahí, no era suficiente, por lo que seguí bajando, saboreando cada mínimo recoveco, cuando llegué, la penetré con la lengua mientras mis dedos se dedicaban a seguir jugueteando con su clítoris; los gemidos pasaron a ser gritos de placer, cada vez más fuertes, pidiendo más, y más, y más. Sabía que no la quedaba mucho, por lo que cuando la faltaba poco para llegar al orgasmo, paré. Me levanté, la desaté y la ayudé a levantarse. Noté el ardor de su piel, ya no oponía resistencia. La llevé hacia el suelo, pero esta vez con las manos libres, quería sentir su tacto mientras la poseía.
Tumbada en el suelo, duro y frío, con la mirada medio desenfocada por el acto anterior, sus manos no hacían más que buscar mi cuerpo, y cuando se agarró a mi culo y lo apretó con deseo, supe que era la hora de terminar aquello. Volví a deslizarme entre su piel, bajando hacia las profundidades del placer, mi lengua volvió a saborear aquella dulzura mientras esta vez, mis dedos, la acariciaban, sin llegar a entrar, solo superficialmente.  Cuando su cuerpo empezó a temblar, la metí los dedos, rápido, profundos, y fuerte, sin dejar de lamer su clítoris. Su cuerpo se movía al compás de mis movimientos, mi cabeza, hundida entre aquel mas de éxtasis, notaba los movimientos de su pelvis.
En un momento dado, y sin dejar de penetrarla, volví al resto de su cuerpo, a morder sus pezones, a lamer su cuello, a besarla con toda la furia pasional del momento. Notaba sus uñas clavarse en mi espalda, síntoma de que ya no podía más, por lo que aumenté el ritmo; y al final, cuando no pudo más, estalló en el orgasmo más brutal, gritando mientras se agarraba son fuerza a mi cuerpo... Hasta que cayó, sudando, totalmente agotada, sin poder respirar, con los ojos cerrados por el repentino mareo que la asolaba. Besé su mejilla y me recosté a su lado, cansada. Pero cuando al rato abrió los ojos y me miró, supe que esto no había acabado. Por lo que sonreí y me dejé llevar. Esta vez le tocaba dominar a ella.

martes, 2 de junio de 2015

Clara oscuridad

La luz del día nunca se me dio bien, soy más de vagar por los rincones en penumbra de una habitación descascarillada; ¿y sabes por qué?... Cuando estás ahí, entre los retazos furiosos de la oscuridad, que te acaricia con esos dedos pálidos de muerte y miedo... Un rayo de luna atraviesa el cristal de opacos pensamientos que es tu ventana, y la oscuridad desaparece, arrasada por una mágia blanca tan pura que hasta las propias hadas podrías marcarse un vals sobre ella.

Esa es la verdadera chispa de la vida, ¿no?; mirar con buenos ojos a la muerte con la esperanza de que tenga piedad y te conceda un día más entre las cenizas para así, plantar las rosas que siempre debieron rodear tu camino. Cuando encuentras la manera, sonreír al diablo se vuelve el ejercicio más sano; ese en el que te sientes fuerte pensando "aquí estoy, cabrón desgraciado, y no vas a poder conmigo". No hace falta mucho más que esa sonrisa segura y ese brillo de segurar en los ojos para darte cuenta de que la oscuridad, en realidad, de oscura tiene poco.