Siento la estratosfera sobre mi cabeza y la tierra muerta bajo mis pies, algo se mueve dentro de mi impidiéndome gritar; me ahoga, me angustia como solo una sensación fantasma puede hacer.
Siento el hierro apresado sobre mis muñecas.
Siento el miedo truncado en pánico violento en las pupilas de los ojos que, como espejos, reflejan el alma.
Por sentir, siento un cielo azul que da vueltas centrifugadas, cambiando las estrellas del sitio en el que habitualmente reposan. Pero esto es la vida, vueltas de 180° en lo que dura un suspiro.
El fuego no son las llamas, es el caos que nace de esta mente acunada por espíritus de lobos y artistas.
Pero la cuestión es que mientras contemplo el ardor del infierno confinándose sobre mi, con un Hades ansioso de otra alma a la que llevar a su tierra de los muertos, yo estoy tranquila.
Prefiero enseñarle los dientes manchados de sangre antes que postrarme ante una deidad que decide quién vive y quién muere. ¿De verdad creéis que se puede mandar arrodillar a un soldado que lucha por mantenerse en pie?
Dos caras de la moneda; dos versiones relacionadas de la misma historia, y separadas, escritas cono dos cuentos diferentes cuando en realidad son la dualidad misma de la pura existencia. Al final todos somos divinidades y ángeles caídos... Todos extraídos de unas letras que derrochan sangre y luz: luz por la locura y sangre por la cordura. ¿O crees que la cordura es luz? Las grandes ideas y nuestros mayores actos de valentía surgen de un breve instante de locura en el que se decide dejar la sota, caballo, y rey e ir a por la reina.
Si al final es la muerte lo que nos espera, recibamos a Hades con un baile en nuestros pies y unos ojos tan llenos de decisión que cuando los relojes caigan del cielo no les quedará más remedio que detener el tiempo.
Al final siempre esta la muerte, pero antes siempre esta la soledad. Y antes el miedo a vivir solo para acabar muriendo sin nadie cerca porque todos hace mucho que te dieron por muerto y se olvidaron de ti.
ResponderEliminarY al final esa soledad íntima y necesaria termina siendo la tumba de todo el que no la acepta.
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