viernes, 16 de enero de 2015

Cenizas aspiradas

Nadie dijo que vivir rozando el tiempo fuese fácil; pelear contra ese péndulo de sangre helada que gotea con cada movimiento buscando presas nuevas.
Pero algunos lo hacemos, nos ponemos firmes y sin más armas que nuestra propia esperanza batallamos contra ese terrorífico tic tac que a las 12 en punto dispara con su atronador rugido. Hablamos mucho de la horrible sensación de perder el tiempo pero poco de la paz de estar en silencio viendo como esa aguja no para nunca, y cómo tú permaneces firme. De esta manera te conviertes en el pequeño revolucionario del tiempo, bañando tus ojos en esos labios que tanto deseas besar.
Algunos perecen en esta lucha descontroladamente  trágica, pierden la noción de los días y buscan la huida en el tránsito de las calles descalzas... Como un enfermo de alzheimer que pasea la mirada por las cicatrices de su piel para buscar la causa.

Pero por muchas cicatrices que podamos tener al final seguimos buscando ese inciso de locura que nos vuelve especiales, seguimos queriendo ser los capitanes del Titanic pensando que lo salvaremos. Solo que nuestro iceberg no es un pedazo de hielo gigante, y muchos perecen como Jack bajo esas aguas heladas. Pero no todos.
¿Qué cómo lo sé? He visto el infierno con mis propios ojos y me he sentido como ese pobre condenado a una vida eterna de historias de punto y final. Pero del infierno se sale.
Llega un momento en el que cuando vuelves a mirar a ese maldito reloj lo despojas de todo rastro de sangre seca, lo limpias de los tristes recuerdos de puñales helados y lo conviertes en ese juguete de oro. El "tempus fugit" ya no es una tragedia, terminas comprendiendo que el tiempo puede ser un valioso aliado lleno de sabiduría y esperanza.

Por eso te quedas quieto viendo como la gente corre de un lado para otro, tu corriente maldita ha terminado convirtiendo el fuego de tu corazón en cenizas ya despojadas de toda resignación.
Simplemente dejas de mirar con miedo cada horizonte y te secas las lágrimas invisibles. Ya no hay dolor.

Vuelves a tener ganas de vivir, de amar, de sentir, de respirar, de abrazar, de sonreír.

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