lunes, 26 de enero de 2015

Nocturnia

Un día me desperté y comprendí que todo era diferente; habían pasado tres meses, ya no estaba y yo no quería que volviese, me encontraba bien, tranquila, felíz. Pero algo más había cambiado, a pesar de haber encontrado la paz tras esa tormenta de miseria en la que me perdí, naufraganzo sin rumbo... A pesar de haber encontrado la costa y por lo tanto mi salvación... Algo en mi estaba... Desconectado.
Me di cuenta de que nada sería como antes, y sobre todo empecé a comprender el miedo que me daba volver a sentir algo más profundo que un deseo sexual incotenible.
Sí, he caído en el tópico de "me da miedo enamorarme", ¿eso me hace no estar felíz, volver a la tristeza? No, claro que no, que vuelvo a ser yo es una afirmación incuestionable. Pero tenía que haber una pega, una herida más profunda que el resto.
Hay heridas que provocan miedo, y ese miedo no tiene fecha de superación. Ya no recuerdo lo que es sentir paz al besar unos labios, ni nerviosismo al desear el tacto de una mano. ¿Qué cosas, verdad? Menuda felicidad individual la que he descubierto, menudo lobo solitario de corazón de hierro el de mi alma.

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