Empecemos la revolución de los malditos extraviados. Vamos a sonreír entre los árboles de agua helada que mojan tu piel cada vez que ese trueno cegador de fantasmas rompe el cielo; como niños que juegan a ser los reyes del parque.
Rompamos las notas escritas con veneno que tanta angustia nos han traído en las noches sin luna, aprendamos a vivir en añil.
Ese es mi trato, sal y respira.
Corta los hilos que evitan que olvides el camino a casa y camina, deja de correr durante un segundo y comienza a mirar la vida a velocidad ralentizada. Y ríe, pero ríe con ganas, que tus pulmones se llenen de oxígeno y en vez de un grito que sean carcajadas las que provoquen un estruendo en los corazones.
Cálzate las botas y guarda los puños, la vida se hizo para dejar huella, no cicatrices. Deja el odio para los demonios y pon en tus ojos los rayos del sol. No busques rimas en el amor y deja que tu corazón viva en versos libres.
Dejemos de pensar en hierro y fuego, volvamos del desierto de dunas escarchadas y tracemos las líneas de lo que para nosotros es el mapa del tesoro. Labios cursivos, fuerza en negrita, y felicidad subrayada. Soltemos la pistola y dejemos de ser los suicidas emocionales que arrancan la vida desgarrada de la tinta.
Esta vez mira sin miedo, persigue estrellas fugaces a plena luz del día escalando tu propio Everest. Vuelve... Regresa al mundo en el que los edificios se pintan de colores y olvida esa vieja escala de grises típica de películas mudas. Entierra los miedos, entierra su nombre. Esta vez juega a ser el caballero que mata dragones, pero no para rescatar a la princesa, sino para reencontrarte con tu espíritu. Cose de nuevo el emblema que tanto tiempo llevaste con orgullo en tu dignidad y lánzate a la guarida de asfalto, tierra, cielo, y agua.
Vivamos en braille, busquemos horizontes, pero que nunca dejemos de pensar que somos los reyes de nuestra corte.
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